Durante décadas la gestión tradicional de proyectos, llamada también Waterfall (o cascada en español) por el símil que se produce entre el diagrama de bloques y los “bancos de cascadas” (véase figura siguiente), ha permitido (y, por supuesto, permite actualmente) aumentar las probabilidades de éxito de un proyecto.
De hecho, estas probabilidades de éxito se magnifican, entre otras y según el PMI, si se presta especial atención a:
Quizá habrás notado que existen tipos de proyectos donde es relativamente más fácil gestionar o prestar atención a los puntos anteriores. Efectivamente, y los podemos identificar a grandes rasgos analizando y respondiendo a la siguiente pregunta:
“Si realizamos un profundo análisis de requerimientos, ¿podemos estar razonablemente seguros de que estos no variarán sustancialmente durante el ciclo de vida del proyecto? Y, en todo caso, si varían, ¿podemos crear un método fiable de gestión integral de cambios para canalizarlos?”
Por tanto, Waterfall es el método más adecuado, económico y fácil de gestionar para proyectos que tienen:
Normalmente, hablamos de proyectos grandes con grandes presupuestos, necesidad de muchos recursos y alcances razonablemente claros que permiten hacer unas buenas EDT (Estructura de Descomposición de Tareas) o, en inglés, WBS (Work Breakdown Structure).
Sin embargo, aun siguiendo las mejores prácticas Waterfall, hay proyectos que se retrasan o no cumplen las expectativas de los stakeholders (clientes, directivos, sponsors…). Este tipo de proyectos son aquellos en los que en general:
Para este tipo de proyectos es recomendable usar metodologías ágiles, las cuales se caracterizan por generar múltiples iteraciones con requisitos estables solo para esa iteración (no para el proyecto completo) y que entregan un producto “funcional” al final de la misma. La figura siguiente muestra este comportamiento:
Los siguientes 3 ejemplos pueden ayudar a comprender el tipo de proyectos que requieren de gestión ágil de proyectos:
La conclusión es que no hay una metodología mejor que otra, sino que se ha de tener en cuenta el tipo de proyecto al cual nos debemos entregar para aplicar la metodología que mejor se adapta al mismo.
Un buen jefe de proyectos debe estar preparado: conocer y dominar ambos tipos de metodologías para usar la más adecuada en cada caso; ya que, si no, es posible que en función de la experiencia del Project Manager, este intente aplicar la metodología que más conoce o con la que más cómodo se sienta a cualquier tipo de proyecto (independientemente de la naturaleza del mismo) generando graves problemas al proyecto y posiblemente también a empresa ejecutora y/o cliente, como los que se muestran en la tabla siguiente que compara el tipo de proyecto con el método que el jefe de proyectos decide aplicar.
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