¿Por qué recordamos lo que recordamos? Esa fue la pregunta inicial que lanzó Fabricio Ballarini, científico argentino fundador de la iniciativa “Educando al cerebro”, en la segunda de las sesiones de Education Insights. Para demostrar que no es aleatorio, lanzó otra pregunta: ¿Qué estabas haciendo cuando te enteraste del atentado a las Torres Gemelas el 11 de septiembre de 2001? La mayoría de los adultos son capaces de recordarlo. ¿Por qué?
La memoria es el proceso para retener y almacenar información para evocar, posteriormente, un recuerdo. Entre que recibimos la información y la almacenamos se sitúa un período de consolidación, que dura aproximadamente 12 horas, que se ha demostrado que puede entorpecer o mejorar el proceso de aprendizaje: fijar o eliminar la memoria de ese recuerdo. Si en ese periodo de tiempo pasa algo fuera de tu rutina, una sorpresa, el recuerdo que está inmediatamente antes y despues perdura en el tiempo. O dicho de otro modo, se amplia el alcance de tu memoria. Lo que podrías haber olvidado, permanece vivo a lo largo del tiempo.
El recuerdo que perdura: la explicación científica
Según detalla Ballarini, detrás de este proceso abstracto hay un porqué químico. Las neuronas son las responsables de ‘contener’ nuestros recuerdos. En el caso de la memoria a corto plazo, lo mantienen por un período limitado, y en el caso de la memora a largo término, la que tiene que ver con aquello que nos impacta, se sirven de las proteínas para hacerlo perdurar en el tiempo. Si en el mismo momento que nuestras neuronas están almacenando un recuerdo ‘breve’ le entregamos también una recuerdo perdurable, una sorpresa, el sistema de suministro de proteínas se activa para mantener en la memoria esa información. Así, al mismo tiempo que está suministrando proteínas para hacer perdurar el recuerdo ‘sorpresa’, el recuerdo breve, aquella situación nimia condenada a ser olvidada, se beneficia convirtiéndose en permanente.
Hasta ahora, la educación no se ha servido de este descubrimiento porque es relativamente nuevo. Sin embargo, el científico argentino ha podido comprobar que funciona: a un grupo de alumnos de primaria se les explicó un cuento de manera rutinaria y al otro día se les preguntó sobre él. A la semana siguiente, se les explicó otro cuento similar incorporando un elemento sorpresa que interrumpió el relato durante 10 o 15 minutos. En la evaluación de los resultados, los alumnos del segundo cuento mejoraron en un 60% respecto al primero. Y lo que es más sorprendente: 3 preguntas complejas, que en la primera situación contestaba tan sólo un 20% de los alumnos, en el segundo caso las respuestas mejoraban hasta un 250%. “Forzamos que esos recuerdos complejos se guardaran a través de la novedad”, detalla.
Pero no es la sorpresa la que hace que aprendas. ¡No! Pero sí que influye. Es lo que se conoce como “Educación activa”, tal y como explicó Irene Pellicer, autora de Educación Física Emocional. “Cuando hay vivencia, hay emoción, y cuando hay emoción, hay aprendizaje”.
4 recursos para crear un ambiente positivo en tu aula y mejorar el aprendizaje
- Bendice el error. Da la gracias al alumno por ser valiente, por aportar, por permitir a todos entender cual era el error. Desde esta perspectiva no se bloquea el aprendizaje
- Favorece la cooperación. Colaborar activa el sistema de “recompensa” del cerebro: se libera dopamina, opiáceos endógenos relacionados con el placer.
- Sé consciente de tu papel. En línea con el punto anterior, las dinámicas de trabajo en grupo activan las llamadas ‘neuronas espejo’, aquellas que nos hacen imitar la acción del otro. Así, si quieres un ambiente positivo, desprende alegría, si quieres enseñar respeto, sé respetuoso.
- Practica el juego, y su componente de reto asociado, y el feedback ya que son dos recursos que se ha demostrado activan la secreción de dopamina (placer) en los alumnos, lo que incide positivamente en el aprendizaje.
5 claves para despertar la atención de los alumnos
Pero un ambiente positivo por si solo no vale, mucho depende de la atención que el alumno preste… ¿Cómo mejorar la atención? Anna Forés, profesora del Departamento de Didáctica y Organización Educativa de la Universidad de Barcelona y Jesús C. Guillén, autor del blog sobre neuroeducación escuela con cerebro, dan algunas claves para despertar la atención:
- Promueve el ejercicio físico, ya que activa el funcionamiento del cerebro. Incluso en clases más bien estáticas: invita a hacer un descanso de pocos minutos para mover el cuerpo y así reactivar la atención. Asimismo, intenta que las horas de educación física de tu clase sean a primera hora ya que facilitarán el aprendizaje posterior.
- Incorpora técnicas de mindfulness. No hace falta sesiones intensivas, basta con incorporar ciertos recursos de esta técnica en pequeñas dosis para optimizar la atención ejecutiva y concentrarse en el proceso.
- Inicia la clase con un juego o un desafío. Los primeros minutos son claves para captar la atención y crear un ambiente propicio para el aprendizaje. Ahórrate discursos y entra a la acción.
- Introduce nuevos recursos como el olfativo. Los sentidos se conectan de manera natural con el aprendizaje
Muchos profesores no han estado en contacto directo con los postulados de la neurociencia y, sin embargo, es una disciplina que hace aportaciones claves para la mejora del proceso de aprendizaje. Conocer que regiones del cerebro y qué funciones se activan con según qué estímulos permite gestionar mejor el impacto que tendrán tus enseñanzas. Descubrir el cerebro para enseñar a aprender mejor. ¡Conviértete en neuroeducador! La alianza entre ciencia y educación está a tu disposición para potenciar la experiencia del conocimiento.
5 aportes de la neurociencia para mejorar las clases
- Comienza la sesión con algo provocador: una frase, una imagen o algo que no los deje indiferentes
- Conecta con la vida de tus alumnos: presenta problemas que les afecten e invita a resolverlos
- Haz que quieran y puedan hablar: crea un clima donde no exista el miedo a expresarse
- Introduce incongruencias: usa la contradicción, la novedad…
- Evita la ansiedad: reduce la presión para que fluya el conocimiento